El poder de la participación infantil: la historia de Pablo y su comunidad
Hola, mi nombre es Pablo, tengo 13 años y vivo en una comunidad pequeña, pero muy bonita, llena de niñas y niños como yo, con muchas ganas de aprender y crecer. Hace unos años, mis padres me inscribieron en el programa de World Vision México. Al principio, no sabía todo lo que esto significaría para mí y para mi comunidad.
Durante la pandemia de COVID-19, mi familia y yo enfermamos. Fueron momentos muy difíciles, pero World Vision México estuvo ahí, apoyándonos. Fue entonces cuando empecé a darme cuenta de que no estábamos solos. Más allá de la ayuda en emergencias, Visión Mundial trajo algo muy importante a nuestras vidas: oportunidades para crecer como personas y como comunidad.
Antes de participar en el programa, muchas niñas y niños solo veíamos televisión o jugábamos, sin pensar mucho en lo que pasaba a nuestro alrededor. Pero todo cambió cuando comenzaron a llegar las pláticas y actividades. Aprendimos sobre prevención de violencia, equidad de género, autoestima, derechos de las niñas y los niños… cosas que no sabíamos y que ahora entendemos que son fundamentales para vivir mejor.
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Descubriendo mi voz
Lo que más me gusta son los espacios donde podemos hablar. En los grupos de participación infantil, tenemos la libertad de compartir nuestras ideas, preocupaciones y soluciones. Me encanta asistir a los eventos del Día del Niño, a las celebraciones navideñas y, sobre todo, a esas reuniones donde escuchan lo que tenemos que decir.
Gracias al proyecto “Amplificando la voz de niñas, niños, adolescentes y jóvenes”, aprendí a expresar mis ideas, a invitar a otras niñas y niños a participar y a trabajar juntos para mejorar las condiciones de nuestra comunidad. Me di cuenta de que con mis palabras y acciones puedo hacer una diferencia, y eso me motiva a seguir participando.
Los retos del campo… y de la participación
Uno de los desafíos más grandes que tenemos aquí es la falta de conexión a internet. A veces se va la luz y eso complica mucho las actividades escolares o comunitarias. Pero, más allá de eso, creo que el mayor reto es que muchas niñas, niños y jóvenes aún no se animan a involucrarse. A veces, es más fácil quedarse jugando con el celular que salir y construir algo juntos.
Por eso, quiero invitar a más niñas, niños, adolescentes y jóvenes a que se sumen, a que vean que participar sí vale la pena. Que nuestras ideas cuentan, que podemos transformar nuestras comunidades.

